Muchos prefieren quedarse en casa y estar con sus teléfonos celulares Smartphones en lugar de salir. Puede que estén más seguros físicamente al quedarse en casa, pero están al borde de una crisis de salud mental.
Por Jean M. Twenge
Los dispositivos electrónicos y las redes sociales parecen tener una capacidad especialmente fuerte para interrumpir el sueño. Los adolescentes que leen libros y revistas tiene una mayor probabilidad de dormirse más rápidamente, ya sea que la lectura los adormece o pueden dejar el libro a la hora de acostarse. Ver televisión durante varias horas al día está un poco relacionado con dormir menos. Pero el encanto usar del teléfono inteligente por lo regular no se puede resistir, y muchas personas, en espacial los jóvenes pasan horas en él e incluso se quedan hasta altas horas de la noche con él y duermen muy poco.
La privación del sueño está relacionada con una multitud de problemas, incluido el pensamiento y el razonamiento comprometidos, la susceptibilidad a las enfermedades, el aumento de peso y la presión arterial alta. También afecta el estado de ánimo: las personas que no duermen lo suficiente son propensas a la depresión y la ansiedad. Nuevamente, es difícil rastrear los caminos precisos de la causalidad. Los teléfonos inteligentes pueden estar causando la falta de sueño, lo que lleva a la depresión, o los teléfonos pueden estar causando la depresión, lo que lleva a la falta de sueño. O algún otro factor podría estar causando que aumenten tanto la depresión como la falta de sueño. Pero el teléfono inteligente, con su luz azul brillando en la oscuridad, probablemente esté jugando un papel dañino.
Las similitudes entre la depresión y el uso de teléfonos celulares inteligentes son lo suficientemente fuertes como para indicar que más padres deberían decirles a sus hijos que dejen el teléfono. Como ha dicho el escritor de tecnología Nick Bilton, es una política que siguen algunos ejecutivos de Silicon Valley. Incluso Steve Jobs limitó sus hijos el uso de los dispositivos él mismo hizo.
Lo que está en juego no es solo cómo los niños experimentan la adolescencia. Es probable que la presencia constante de los teléfonos celulares inteligentes los afecte hasta su edad adulta. Entre las personas que sufren un episodio de depresión, al menos la mitad vuelven a deprimirse más adelante en la vida. La adolescencia es un momento clave para el desarrollo de habilidades sociales; a medida que los adolescentes pasan menos tiempo con sus amigos en persona, tienen menos oportunidades de poner en práctica sus destrezas para socializar. En la próxima década, es posible que veamos más adultos que conocen el emoji correcto para una situación, pero no una expresión facial (gesto) correcta.
Me doy cuenta de que restringir la tecnología podría ser una demanda poco realista para imponer a una generación de niños tan acostumbrados a estar conectados en todo momento. Mis tres hijas nacieron en 2006, 2009 y 2012. Todavía no tienen la edad suficiente para mostrar los rasgos de los adolescentes iGen (generación que usa los iPhones), pero ya he sido testigo de primera mano de que tan adaptados están los nuevos medios desde jóvenes. He observado a mi hija pequeña, que apenas tiene la edad suficiente para caminar, deslizando con confianza su camino a través de un iPad. Mi hija de 6 años me está pidiendo que le compre su propio teléfono celular. Escuché a mi hija de 9 años hablar sobre la última aplicación para como descubrir los teléfonos de sus compañeros de clase en cuarto grado. Sacar el teléfono celular de las manos de nuestros hijos será difícil, incluso más que los esfuerzos que la generación de mis padres hacían para que sus hijos dejaran de ver el canal de MTV para que salieran de casa a tomar aire fresco. Pero parece que es más difícil cuando se trata de convencer a los adolescentes a usar su teléfono celular de manera responsable, y de que se pueden obtener beneficios incluso si todo lo que les inculcamos a nuestros hijos es la importancia de moderar su uso. Los efectos tanto en la salud mental, así como en el tiempo de sueño aparecen después de dos o más horas al día en dispositivos electrónicos. El adolescente, en promedio pasa alrededor de dos horas y media al día en dispositivos electrónicos. Al establecer límite de tiempo podría evitar que los niños caigan en hábitos dañinos.
En mis conversaciones con los adolescentes, vi señales esperanzadoras de que los propios niños están comenzando a relacionar algunos de sus problemas con el hecho de siempre estar en el teléfono. Una muchacha me dijo que cuando esta con sus amigos en persona, a menudo miran su dispositivo en lugar de mirarla a ella. “Estoy tratando de hablar con ellos sobre algo, y no me ven a la cara”, dijo. “Están mirando su teléfono, o están mirando su Apple Watch”. “¿Cómo se siente cuando intentas hablar con alguien cara a cara y no te ven?”, le pregunté. “Me duele un poco”, dijo. “Duele. Sé que la generación de mis padres no hacia eso. Puedo estar hablando de algo que es muy importante para mí y quizá ni siquiera me están escuchando”.
Una vez, me dijo, estaba saliendo con una amiga que le enviaba mensajes de texto a su novio. “Estaba tratando de hablar con ella sobre mi familia y lo que estaba pasando, y ella dijo: ‘Ajá, sí, lo que sea’. Así que le quité el teléfono de las manos y lo tiré a la pared.”
No pude evitar reírme. “Tú juegas al voleibol”, le dije “¿Tienes un brazo bastante bueno?”, “Sí”, me respondió.
Este artículo fue adaptado del libro de Jean M. Twenge’s, iGen: Why Today’s Super-Connected Kids Are Growing Up Less Rebellious, More Tolerant, Less Happy—and Completely Unprepared for Adulthood—and What That Means for the Rest of Us.
Jean M. Twenge es un profesor de psicología en la Universidad de San Diego y autor de iGen: Why Today’s Super-Connected Kids Are Growing Up Less Rebellious, More Tolerant, Less Happy – and Completely Unprepared for Adulthood.