Licenciada Liliana Gallelli
La iniciativa de la administración Biden para mantener unidas a las familias, en particular a través de la política de Parole in Place (PIP), fue diseñada para otorgar amparo a los cónyuges indocumentados de ciudadanos estadounidenses que se casaron a partir del 17 de junio de 2024 y no tienen delitos graves y han vivido en los EE. UU. durante más de diez años. Esta política permite que las familias permanezcan juntas en los Estados Unidos y, al mismo tiempo, ofrece a las personas una vía para obtener el estatus de residente permanente legal en los EE. UU. al protegerlas de la deportación y permitirles solicitar el estatus dentro de los Estados Unidos, evitando salir del país para procesarlo en el extranjero en el consulado de los EE. UU.
Sin embargo, esta iniciativa se enfrentó a desafíos legales, lo que llevó a una orden judicial que detuvo su implementación. La oposición legal se deriva en gran medida de los argumentos de que la administración Biden se extralimitó en su autoridad ejecutiva al extender PIP. Los demandantes argumentan que el poder ejecutivo no puede proporcionar unilateralmente a grandes grupos de inmigrantes indocumentados un estatus cuasi legal sin un respaldo legislativo explícito. Los opositores del programa afirman que incentiva la inmigración ilegal, mientras que la administración lo defiende como una medida humanitaria, especialmente para las familias que han hecho su vida en este país.
Por otro lado, la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA), una política promulgada en 2012 bajo la administración Obama, también enfrenta litigios continuos. La política permite que las personas que fueron traídas a los EE. UU. cuando eran niños y cumplen ciertos requisitos reciban protección contra la deportación y un permiso de trabajo renovable de dos años. Sin embargo, al igual que el programa PIP, DACA ha enfrentado desafíos argumentando que extiende demasiado la autoridad ejecutiva.
Litigios y medidas cautelares: PIP vs. DACA
Tanto la política de PIP como DACA comparten una vulnerabilidad legal central: la dependencia de la autoridad ejecutiva para brindar alivio a grupos de inmigrantes indocumentados sin legislación del Congreso. Esta dependencia ha suscitado impugnaciones por motivos constitucionales, en particular en torno a la Ley de Procedimiento Administrativo (APA) y la Cláusula de Cuidado de la Constitución.
En el caso del PIP, las impugnaciones legales sostienen que el uso que hace la administración de proteger a las familias va más allá del alcance de lo que autoriza la Ley de Inmigración y Nacionalidad (INA). Esto ha dado lugar a una orden judicial que bloquea la política mientras se desarrolla el litigio. El razonamiento del tribunal se basa en si esta amplia política de PIP elude el papel del Congreso en la elaboración de la ley de inmigración.
DACA ha sido objeto de un escrutinio similar, pero también se ha visto envuelto en litigios más prolongados a lo largo de los años. Los tribunales han cuestionado si la administración Obama tenía la autoridad para establecer DACA sin la aprobación del Congreso. En 2021, un juez federal de Texas dictaminó que el programa era ilegal, lo que detuvo la aceptación de nuevas solicitudes. El caso ha pasado por varios tribunales de apelación y, a partir de octubre de 2024, se han programado los argumentos orales ante el Tribunal de Apelaciones del Quinto Circuito, con una posible apelación ante la Corte Suprema de los Estados Unidos.
Posibilidad de apelación: PIP y DACA
Las vías legales de las políticas de PIP y DACA reflejan batallas ideológicas más amplias sobre el poder ejecutivo y la reforma migratoria. A partir de 2024, ambos casos están listos para ascender a través de los tribunales.
Libertad condicional en el lugar:
• Estado de la orden judicial: La orden judicial sobre PIP está actualmente en vigor y, si la administración apela, podría avanzar a través del sistema de apelaciones. La cuestión jurídica clave depende de la interpretación estatutaria de los poderes de PIP y de si las acciones de la administración pueden justificarse en el marco existente de la ley de inmigración. La orden judicial está actualmente en vigor por un tiempo indeterminado, pero el gobierno sigue aceptando solicitudes de PIP por el momento.
• Posibilidad de apelación: La administración puede apelar la orden judicial, probablemente llevando el caso al Tribunal de Apelaciones del Circuito correspondiente. Si los tribunales siguen divididos sobre la autoridad ejecutiva en materia de inmigración, la Corte Suprema de los EE. UU. puede verse obligada a intervenir, en particular si el caso presenta cuestiones constitucionales sobre los límites del poder ejecutivo.
DACA:
• Argumentos orales programados: Los argumentos orales para DACA están programados para octubre de 2024 en el Quinto Circuito. Este tribunal de apelaciones se ha inclinado constantemente por el conservadurismo en sus fallos, y si se pone de parte de DACA, es probable que el caso sea apelado ante la Corte Suprema de los EE. UU.
• Probabilidad de intervención de la Corte Suprema: La Corte Suprema ya se ha ocupado del DACA en el pasado, y en 2020 dictaminó que el intento de la administración Trump de poner fin al programa tenía defectos de procedimiento. Sin embargo, esa decisión no resolvió la cuestión subyacente de la legalidad del DACA. Dado el historial conservador del Quinto Circuito, un fallo en contra del DACA probablemente daría lugar a una apelación, y la Corte Suprema se enfrentaría a la cuestión de si el DACA puede existir legalmente sin la autorización explícita del Congreso.
Comparación e implicaciones más amplias
Tanto PIP como el DACA representan intentos del ejecutivo de proporcionar alivio a las poblaciones inmigrantes vulnerables en ausencia de una acción del Congreso. Sin embargo, se han convertido en blanco de litigios debido a las dudas sobre el alcance del poder ejecutivo. El intento de la administración Biden de mantener unidas a las familias a través del PIP se alinea con los objetivos humanitarios más amplios que se observan en el DACA, pero los tribunales siguen lidiando con la cuestión de si esas políticas pueden mantenerse sin respaldo legislativo.
El futuro de ambas políticas probablemente dependerá de las interpretaciones judiciales de la INA, la APA y los límites de la autoridad ejecutiva bajo la Constitución de los Estados Unidos. Si bien DACA tiene una historia legal de una década y un apoyo público más amplio, la nueva política de PIP puede enfrentar batallas más difíciles en los tribunales, especialmente dada su aplicación más restringida a las familias.
Las batallas legales en curso reflejan el estancamiento más amplio en la reforma migratoria y las limitaciones de las órdenes ejecutivas como sustituto de la legislación. Es muy probable que se presenten apelaciones en ambos casos y, si llegan a la Corte Suprema, los resultados tendrán ramificaciones significativas no solo para la ley de inmigración sino también para el futuro de la formulación de políticas ejecutivas.
En ambos casos, un fallo definitivo de la Corte Suprema podría reforzar o limitar el alcance de la acción ejecutiva en materia de inmigración, lo que subraya el papel crítico que desempeñará la interpretación judicial en la configuración de la política migratoria de los Estados Unidos en los próximos años.