Por el Dr. Gary Pace, ex Director Médico de Mendocino Coast Clinics
Esta es la cuarta columna de una serie en honor al 30 aniversario de Mendocino Coast Clinics (MCC). Esta columna es del Dr. Gary Pace, quien comenzó a trabajar como médico en MCC en 1998 y después fue el director médico de MCC del 2000 al 2006.
Así como muchos profesionistas que han elegido la costa de Mendocino, siempre me han atraído lugares fuera de lo común. Llegué a la costa de Mendocino con mi esposa y mi hija durante el frío húmedo en diciembre de 1997 después de realizar trabajos médicos en Guatemala. Un amigo me dijo que Mendocino Coast Clinics estaba buscando médicos, así que programé una entrevista.
Como había llegado sin coche ni ropa profesional, pasé por una tienda de segunda mano para comprar una corbata para usarla en mi entrevista con el Dr. Peter Barg, el director médico en ese momento. La entrevista estuvo bien, pero el Dr. Barg me contó cómo se hacían las cosas en la costa de Mendocino.
“Si quieres este trabajo, debes quitarte esa corbata”, me dijo. La misión de MCC era (y es) trabajar con las personas que el sistema médico los tiene en el olvido y, así que, MCC no era un lugar para andar de traje y corbata.
Me contrataron como médico y comencé en 1998. Después, me convertí en el director médico de MCC, cargo que ocupé hasta el 2006.
En 1998, la clínica estaba ubicada en un pequeño edificio donde anteriormente se encontraba la clínica del condado. Debido a limitaciones de espacio, la entonces directora ejecutiva Paula Cohen trabajó en un edificio que antes era un banco. En su oficina había una caja fuerte gigantesca que probablemente existía desde hacía 100 años. La configuración encajaba con el espíritu luchador de MCC, con administradores, proveedores médicos y personal constantemente cambiando y aprovechando al máximo los recursos que teníamos.
MCC estaba ofreciendo un nuevo modelo de atención a una población escéptica y contracultural. Cuando comencé en MCC, éramos el “patito feo” de la comunidad. Ya había una clínica de práctica privada y en MCC estábamos adoptando un modelo más basado en la clínica y en equipo. Ese modelo no fue realmente valorado a finales de los años 90, pero desde entonces se ha convertido en el estándar de atención.
En la clínica, nuestra conclusión era que todos los que buscaran atención la obtendrían, independientemente de su situación financiera. Los residentes se habían mudado a la costa en busca de menos regulación, más espacio y una forma de vida más libre. Muchas de las personas que atendíamos no encajaban en los cuadros médicos normales. Dimos prioridad a satisfacer las necesidades únicas de los pacientes, sin dudar cuando eso requería un pensamiento innovador.
Vimos a mucha gente interesada en las hierbas medicinales, la marihuana medicinal y formas alternativas de curación. Aceptamos el desafío de brindar a los pacientes una atención con la que se sintieran cómodos. En lugar de decir: “Lo siento, no puedo ayudarte”, cuando los pacientes querían opciones alternativas, respondía diciendo: “Investiguemos un poco”. Escuchábamos lo que decían los pacientes, intentamos trabajar con ellos y brindarles el tipo de atención médica al que responderían.
Esto nos llevó a contratar acupunturistas y quiroprácticos. Al ofrecer estas formas de atención junto con la medicina occidental más tradicional, generamos confianza y una reputación en la comunidad a medida que desarrollamos una atención médica innovadora e integrada.
El modelo centrado en el paciente generó conexiones significativas entre los proveedores médicos y los pacientes. Ahora vivo en el condado de Sonoma y vengo a Fort Bragg de vez en cuando. Todavía me detienen en la calle algunas personas que fueron mis pacientes que recuerdan aquellos primeros días en MCC. Dirán: “Hiciste esto y aquello por mí hace mucho tiempo”.
MCC fue igualmente receptivo y adaptable a la hora de apoyar a su personal y proveedores médicos. De todos los lugares en los que he trabajado, el que más cariño siento es MCC. En ese entonces era joven y no entendía realmente lo bien que lo tenía hasta más tarde. MCC fue una verdadera bendición para mí durante el tiempo que estuve allí.