Por la Dra. Casey Johnston, Pediatra
Estoy leyendo un libro llamado “El Pacto del Agua” de Abraham Verghese el cual relata la primera mitad del siglo XX. Leerlo me hace sentirme muy agradecida de vivir en estos tiempos modernos.
En un momento dado, uno de los personajes de Verghese escribe sobre la difteria, una infección bacteriana en la década de 1930. El personaje, que aprendió inglés de Moby-Dick, describe cómo mataba algunos de las membranas blancas en la boca y la garganta de un niño para que no se asfixiara con su propia mucosidad.
Incluso, como el pediatra que atiende a niños enfermos todo el día, todos los días, este pasaje del libro me perturbó mucho. Había olvidado lo horrible que la difteria puede ser. Esta enfermedad puede dañar el corazón, los riñones y el sistema nervioso, e incluso con tratamiento, la difteria puede ser mortal, especialmente en los niños.
La razón por la que la mayoría de nosotros no lo sabemos esto, es porque gracias a las vacunas, la difteria es una de las muchas enfermedades infantiles que casi nunca vemos en este país.
Me preocupa que la gente que decide no vacunar a sus hijos contra las enfermedades prevenibles, no se den cuenta del riesgo que corren y de las terribles consecuencias que su hijo(a) podría tener si se llega a infectar.
Incluso las enfermedades menores causan malestar. Las infecciones graves por sarampión, paperas, meningitis bacteriana, neumonía, tétanos, varicela y otras enfermedades prevenibles con vacunas pueden dejar a algunos niños sordos, ciegos, con daño pulmonar permanente, desfiguración e incluso deterioro cognitivo hasta el punto de que nunca podrán vivir independientemente. El primo de mi abuelo era pediatra, así como yo. Él dijo que una de las enfermedades más aterradoras que vio fue la tos ferina en los bebés pequeños porque no había mucho que pudiera hacer por ellos. Los bebés se ponían azules cuando no podían tener suficiente oxígeno y él no podía ayudarlos.
Las vacunas ayudan a que el sistema inmunológico de los niños se fortalezca y desarrolle una memoria inmunológica contra las enfermedades sin tener que sufrir la exposición al virus o a las bacterias reales. Hay algunas vacunas que pueden requerir varios refuerzos para mejorar la inmunidad.
La mayoría de las veces, exponemos el sistema inmunológico de los niños a pequeñas cantidades de antígenos, partes de la enfermedad que intentamos prevenir. Los antígenos no causan enfermedades, pero estimulan el sistema inmunológico para que produzca anticuerpos. Esto protege al niño de la infección y, por extensión, a cualquier persona que entre en contacto con él.
A veces, cuando les digo a los padres que tenemos que ponerles a sus hijos varias vacunas a la vez, y a ellos les preocupa que estemos sobrecargando el sistema inmunológico de sus hijos. Les aseguro que no. Los niños están expuestos a miles de gérmenes todos los días a través del aire que respiran, los alimentos que comen y, todas las cosas que tocan y se llevan a la boca. Un puño de antígenos no sobrecargará su sistema. Cuando un niño responde a las vacunas con fiebre baja o un poco de malestar, esto quiere decir que su sistema inmunológico está funcionando bien.
Cuando los niños son vacunados, pueden evitar el trauma físico y emocional que conllevan las infecciones. Antes de la HIB y las vacunas neumocócicas, las tasas de infecciones de oído, neumonía y meningitis eran muy altas. Uno de mis parientes tuvo infecciones de oído seguido cuando era bebé en la década de 1980. A menudo sentía dolor y no podía oír muy bien. A los tres años, le colocaron tubos en los oídos y sólo entonces pudo oír y desarrollar el habla por completo. En general, los niños solían pasar más tiempo tomando antibióticos en dosis altas y en hospitales y, en casos graves, recibiendo más intervenciones médicas, como intubación y ventilación.
A veces los padres que prefieren un enfoque natural y holístico de la salud se sorprenden al saber que las vacunas tienen un comienzo naturalista. Las raíces de las vacunas se remontan a miles de años en lugares de todo el mundo, incluidos India y China. En Inglaterra, en el siglo XVIII, la gente observó que las lecheras expuestas a la viruela vacuna no contraían la viruela, lo que llevó al desarrollo de la vacuna contra la viruela. En 1900 murieron más de 2 millones de personas. A mediados del siglo XX, gracias a un esfuerzo mundial coordinado en materia de vacunas, erradicamos esta horrible enfermedad. Es una de las grandes historias de salud pública de los tiempos modernos.
En la medicina y en la vida, todo lo que podemos hacer es tomar las mejores decisiones posibles con la información disponible. Para mi familia, los beneficios de las vacunas superan con creces cualquier riesgo. Mis cuatro hijos han recibido sus vacunas durante su niñez.
Si desea obtener más información sobre las vacunas o cualquier otro tema de salud infantil, visite healthychildren.org. Allí encontrará respuestas a muchas preguntas comunes. Si tiene preguntas adicionales, llévelas a la próxima cita de su hijo y hable con su proveedor de atención médica.